sábado, 7 de marzo de 2009

Fragmento de "Canto a mi mismo"

Me ha tocado en suerte, lo sé, lo mejor del tiempo y del espacio; nunca he sido medido y no seré medido jamás.
El viaje que emprendo es eterno (¡que todos me oigan!).
Mis signos son un capote contra la lluvia, fuertes zapatos y un bastón cortado en el bosque, en mi silla no sestean los amigos.
No tengo cátedra, ni iglesia, ni filosofía.
No llevo a ningún hombre a una mesa puesta, a la biblioteca, a la bolsa, pero a cada uno de vosotros, hombre o mujer,
lo llevo a una cumbre.
Mi brazo izquierdo ciñe tu cintura.
Mi derecha señala los continentes y el gran camino.
Ni yo ni ningún otro puede andar por ti ese camino.
Eres tú quien debe andarlo.
No queda lejos, está a tu alcance.
Quizá estabas en él desde que naciste y no lo has sabido; quizá esté en todas partes, en mar y en tierra.
Échate tus prendas al hombro, hijo mío, y yo traeré las mías y apresurémonos.
Ciudades prodigiosas y naciones libres nos saldrán al paso.
Si te cansas, dame las dos cargas y apoya tu mano en mi cadera.
Y a su debido tiempo me devolverás el mismo servicio.
Porque ya emprendida la marcha nunca descansaremos.
Esta mañana, antes del alba, subí a una colina para mirar el cielo poblado,y le dije a mi alma:
"Cuando abarquemos esos mundos, y el conocimiento y el goce que encierran,
¿estaremos al fin hartos y satisfechos?"
Y mi alma dijo:
No, una vez alcanzados esos mundos proseguiremos el camino.
Tú también me interrogas y yo te escucho,
contesto que no puedo contestar,
tú mismo debes encontrar la respuesta.
Siéntate un momento, hijo mío, aquí tienes pan para comer y leche para que bebas,
pero después de haber dormido y haber cambiado de ropa te beso.
Con el beso del adiós y te abro la puerta para que salgas.
Demasiado tiempo has perdido en sueños deleznables, ahora te quito la venda de los ojos.
Debes acostumbrarte al brillo de la luz y de cada momento de tu vida.
Demasiado tiempo has vadeado, asido a una tabla en la orilla.
Ahora quiero que seas un nadador,
que te arrojes al mar,
que reaparezcas,
que me hagas una seña,
que grites
y que agites el agua con tus cabellos.

Walt Whitman

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